viernes, marzo 11, 2016

La ducha fría

El reto de mindfulness de esta semana era darse una ducha fría. La sugerencia fue recibida con gran desconcierto y todo el rechazo posible por gran parte de los alumnos. "Tortura innecesaria" se llegó a oír. Y sí, el reto no era para nada apetecible. Por supuesto no era obligatorio, pero era necesario, decía el profesor para experimentar ciertos aspectos del mindfulness. 

El principal es quizás reconocer cómo la mente crea falsas ideas ante una experiencia. Juzgamos desde la mente, no desde el sentir, y eso hace que lleguemos a conclusiones erróneas, por no mencionar la privación de experiencias "interesantes".

Así que el ejercicio consistía en ir introduciéndose poco a poco en la ducha fría, dejando los pensamientos a un lado y concentrándonos en las sensaciones: primero una mano, luego el antebrazo, más tarde el brazo, y así poco a poco hasta mojar todo el cuerpo.

Bien, yo completé el reto anoche. El primer día de la semana. ¿Para qué esperar más? El reto no me seducía, pero quería hacerlo. Esperar solamente suponía dejar que mi mente me diera más argumentos para no hacerlo. Y la mente es muy lista, y sabe bien qué decir para evitar que salgas de la zona de confort. Eso sí, elegí el momento: en el gimnasio después de las clases. Hacerlo por la mañana habría sido realmente masoquismo.

Aunque me gusta mucho bañarme en ríos de montaña, donde el agua está helada, la experiencia ducha ha sido muy diferente. Primero por el paisaje, segundo por la actitud ante el evento, y tercero por la acción en sí. Lo de ir entrando poco a poco en el agua, sientiendo la misma en el cuerpo, es algo complicado. Porque no tenemos costumbre, porque no comienza siendo agradable. Una vez dentro, sientes que dejas de respirar, pero la sangre corre a toda velocidad por las venas, a lo largo de todo el cuerpo. Y luego está la cabeza. Para mí, lo peor con diferencia: qué dolor de cabeza. Y encima repetí tres aclarados. No, no fue algo agradable.

Sin embargo, al terminar la ducha había sucedido algo increíble: me sentía mucho más ligera, el cansancio había desaparecido, y estaba llena de energía. Fue un auténtico subidón. Me sentí muy bien, no tanto por haber conseguido el reto, sino por la sensación que quedaba en mi cuerpo.

La próxima vez que me duche, lo haré con agua templada. Pero creo que me aclararé con fría, sólo por volver a sentir (mala expectativa) esa sensación.

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